Daniel Granada Cañada (Zaragoza, 1971), sacerdote diocesano de la Archidiócesis de Zaragoza, Profesor de Moral fundamental en la Universidad de Navarra (Pamplona), y en la Universidad de San Dámaso (Madrid), y Profesor de Moral de la Persona en el Centro Regional de Estudios Teológicos de Aragón (Zaragoza). Ha editado, con L. Melina, el volumen Limiti alla responsabilità? Amore e giustizia (2004); ha publicado el opúsculo El camino mejor. Fundamentos para una teoría de la acción en el amor (2011) y diversos artículos y colaboraciones en torno al tema moral y de familia.
El alma de toda virtud
Editor:
Edizioni Cantagalli
2016
Isbn:
978-88-6879-350-0
Páginas:
567
Desde hace treinta años se ha producido una nueva propuesta del tema de la virtud que no tiene precedentes desde el s. XVI, o mejor, desde tiempos de Santo Tomás de Aquino. Extrañamente, este resurgir de la doctrina sobre la virtud ha nacido y se ha desarrollado sobre todo en el ámbito filosófico y no tanto en el teológico, donde no se ha llevado a cabo una reflexión del tema al mismo nivel que la realizada desde el plano ético. Todavía esto es más notorio en la medida en que el Doctor Angélico es uno de los grandes tratadistas sobre la virtud y al que, sin embargo, se le ha estudiado en este tema más como filósofo que como teólogo.
Por todo ello, hay que acoger con gran alegría un estudio profundo y sistemático del concepto de virtud en el Aquinate. Y todavía más cuando, como es el caso, esto se hace desde una perspectiva amplia en la que la aplicación de la analogía teológica es esencial.
La investigación se inscribe así en la propuesta desarrollada desde el Área Internacional de Investigación de Moral del Instituto Juan Pablo II, dirigida por Mons. Livio Melina desde su fundación el año 1997 y que desde 2013 tengo el honor de dirigir. La importancia de la virtud por su valor cognoscitivo ya había sido destacada por Livio Melina en su primera renovación moral con un carácter marcadamente cristológico.
También se retomaba uno de los caminos fundamentales de renovación de los estudios morales en todo el siglo XX como fue el tema del amor, intrínsecamente abierto al de la caridad, y se afrontaba precisamente desde uno de los puntos en los que no se había entrado inicialmente: la relación entre el amor y la virtud. Este ha sido el gran atrevimiento de nuestro autor. (Juan José Pérez-Soba: del Prólogo)
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